El sociólogo, filósofo y profesor universitario Zygmunt Bauman diferencia en Poder y la Política con la capacidad de hacer. El primero simplemente puede accionar, ejercer cambios, mientras que para él, la Política es la capacidad de decidir qué cosas de ben hacer. Desde luego que en esa dinámica hay decisiones y acciones con aciertos transformacionales que pueden permitir al político o al Estado mismo, legitimarse ante una ciudadanía cada vez más crítica. Pero claro, los desaciertos también son parte del estamento político y gozan de un ruido imponente.
De allí que los matices negros y blancos están constantemente presentes en el ajedrez político, pero a diferencia del juego, la Política goza de la capacidad de tener una tonalidad grisácea, un punto medio que permita mitigar las malas decisiones y los excesos del populismo asistencialista. Para algunos, esa es la “realpolik”, basada en los intereses prácticos sin mayores detenciones dogmáticas. Venezuela requiere en la inmediatez ese pragmatismo en el quehacer político, especialmente entre los líderes opositores. El extremismo le ha causa mucho daño al país, a las naciones, un ejemplo de ello es el socialismo bolivariano, con ideas sectaria, violentas y reaccionarias ante quienes pensaban diferente. El populismo de la izquierda se ha minimizado, pero en paralelo ha crecido la extrema derecha, ambos, siendo inoperantes en términos de efectividad política para el desarrollo, pero muy efectivas en el deterioro de la calidad de vida. Son los Políticos de la anti-política, de esos esquemas de poder antiquísimos.
Retomar un centro político no es un capricho academicista ni mucho menos filosófico. Se trata de un modelo mixto que concatene los mejores postulados de los extremos en función de la sociedad e incluso, de la propia supervivencia de las organizaciones políticas. En ajedrez un peón es capaz de comerse a la reina, en Política, no hay mayores diferencias, más allá de lo represivo que es el (dis)gobierno de Nicolás, la fuerza ciudadana con direccionalidad política puede ser un agente de cambio diferencial en Venezuela. Pero con criterios integradores, no personalistas. Venezuela ha vivido muertes, encarcelaciones y pérdidas materiales por creer que la toma violenta de calle sacará al caudillo. También perdió tiempo y recursos en unas aspiraciones que nunca tuvieron ascendencia con la intervención militar extranjera. Unión, estrategia y resistencia o confrontación, violencia y muerte.
El populismo de izquierda se ha consolidado en Venezuela, no se ha minimizado, probablemente te refieres a lo que queda de la base dura de votación más sin embargo el éxodo apunta a que lo que se ha minimizado es la confianza de los ciudadanos en sus políticos, la forma de hacer política y las instituciones políticas del poder público; los colores y “tonos” son peligrosos, tanto como los colores intensos, hay una diferencia entre los colores básicos o primarios y los colores secundarios, que es distinto, pero esos “tonos” grises son sumamente peligrosos, fíjate que Mandela no negoció en gris, mantuvo posturas sólidas de negociación pero supo explicarle a la comunidad africana “QUE NO DEBIA CAMBIAR EN ATENCIÓN A LA SEGREGACIÓN CUALQUIERA QUE FUERA EL COLOR” eso ya es distinto; Churchill, expresó en un solo color lo que podía ofrecer a la comunidad Inglesa “Sangre, Sudor y Lágrimas”, no se anduvo por las ramas para retar a la Alemania, ni para doblegarse ante el tono gris de Roosevelt, cuya entrada a la guerra fue tardía para mitigar el dolor sufrido por los aliados.
Por lo antes expuesto, en opinión propia, no son los tonos, sino la mezcla de colores que permiten la diversidad de criterios necesarios para mantener la pervivencia de las sociedades con equilibrio de partes, siempre que el objetivo común no sea el poder de facto sino la claridad del desarrollo de sus ciudadanos.
Extraordinaria forma de complementar el análisis. Gracias Dr. Milton. Por cierto, en mi otro artículo hablaré de un color verde militar y las matemáticas del gobierno militarista.