DEMOCRACIA CABARETERA

Las ciencias sociales están compuesta por términos de amplias definiciones. Cada acepción depende del enfoque que la disciplina académica esté estudiando. Un abogado, un filósofo y un politólogo, darán significados diferentes a un mismo término aunque tengan basamentos técnicos parecidos, pero en la búsqueda de un conocimiento más amplio, cada uno adiciona características diferenciales que en ocasiones, terminan siendo imprecisos, abstractos, genéricos.

Algunos de los desafíos que enfrenta actualmente Latinoamérica tienen que ver con la reconfiguración de los paradigmas que organizan la política, el ejercicio del poder y la democracia, en un escenario caracterizado por la crisis, la precariedad y las posibilidades abiertas por el entorno digital. Precisar qué es “democracia” en los escenarios actuales resulta complejo, pues países como Venezuela, por ejemplo, donde el régimen político está compuesto por aspectos elementos cerrados, abiertos, centralizados, con pizcas de gobiernos abiertos y en paralelo, con muestras de un comportamiento totalitario. Es decir, es una especie de mezcla que imposibilita catalogar el país como democrático o no. De allí que la democracia en la región, es una especie de dibujo libre, donde con esquemas preestablecidos como elecciones, consultas e instituciones con diferentes figuras de autoridad, también se pueden tomar acciones que solamente cubran los intereses personalistas y caudillistas de algún gobernante disparatado.

Para el sociólogo español Manuel Castells, autor de “Ruptura. La Crisis de la democracia liberal”, las sociedades viven unas crisis profundas, marcadas por el caos muy mal entendido, y enfrentan el desafío de salir de ellas con creatividad. Sobre todo, afirma Castells, se está viviendo una dificultad de la democracia representativa, la cual es, justamente, la fuente de todos los conflictos y contradicciones actuales, en tanto que deslegitima la política y muestra la incapacidad de confiar en las instituciones actuales para resolver la crisis posicionando el bien común.

Mientras exista una clase política que muevan los hilos necesarios para perpetuarse en el poder, incluso el poder en la oposición, las sociedades seguirán sufriendo las modificaciones malsanas del régimen democrático. Es por eso que la mayoría de los ciudadanos desconfían de políticos, partidos políticos, de sus gobiernos y las instituciones, debilitando con ellos la capacidad de decisión y la legitimidad de quienes ocupan posiciones de poder. Todo eso atentando contra la propia democracia. Desde allí, es necesario comprender que no existe un modelo único de democracia, sino seres humanos que luchan por su dignidad, es decir, por su humanidad, posicionando a la democracia como una defensa de los derechos humanos y no solamente como un sistema de procedimientos.

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