Venezuela lleva años de luchas para hacer frente a los peores gobiernos de la izquierda trasnochada. Con Hugo Chávez comenzó una lucha ideológica estéril en términos de desarrollo. Con Nicolás Maduro se profundiza un esquema de gestión política que atiende los problemas del poder y no las necesidades de la nación. Los conflictos actuales se asocian mucho más a elementos culturales pero que se manifiestan en aspectos económicos. Entonces, ¿es posible una política transformadora en medio del caos institucionalizado? SÍ.
El español José Manuel López, un tecnopolítico por excelencia, logró compilar en un esquema una serie de herramientas que cambian los esquemas para ejercer las cosas de interés público sin tener que dejar a un lado los intereses partidistas. Es decir, se atienden las agendas de las organizaciones electorales pero a su vez, se hace un país desde su gente. La microcracia es una mirada a la nación desde lo más cercano, desde la vida cotidiana de las personas. No responde a corrientes de pensamientos entre derecha e izquierda, se trata de un enfoque para el entendimiento ciudadano y que sea compatible con la lectura global. Después de dos décadas luchando contra el gobierno socialista bolivariano, es fácil vislumbrar que las transformaciones se producen por acciones que siempre involucran a los ciudadanos y no mediante leyes, decretos o comunicados oficiales. No bastará con ideas brillantes sobre cómo podría funcionar un sistema de gobierno, sino que hará falta un modelo que sea capaz de causar resultados tangiblemente mejores.
Ahora, ¿por dónde empezar a gobernar en tiempos de tantas convulsiones? Por lo que postula la microcracia, por las cosas pequeñas que diferencias lo urgente de lo importante. Por distinguir los sonidos de las ciudades de los ruidos infecundos. Las políticas públicas demuestran que los proyectos fracasan porque no son capaces de enfocar lo cotidiano, lo cercano, lo vital. Por eso se debe apuntar lo micro para ampliar el foco y desarrollar lo macro. Las pequeñas cosas sumadas son grandes políticas; porque lo que era un cambio global ha resultado ser un cambio local. A pesar de la globalidad se hace concreto y diferente en cada lugar: en las zonas rurales o en las ciudades, que no es igual en unas localidades que en otras e incluso, varía en cada barrio y en cada calle.
Se ha mirado demasiado tiempo desde arriba, ahora debe hacerse a ras de suelo. Con los retos que eso supone, tanto políticos como institucionales. Se deben adecuar los recursos y la administración para responder a la realidad. El mundo cambió definitivamente, las acciones deben ser diferentes para mejores resultados.
