Antagonismo forzado, síndrome de Estocolmo e indiferencia social.

Los venezolanos tenemos por costumbre romantizar e idealizar los hechos, sobre todo históricos y políticos, dicha actitud suele nublar o entorpecer nuestra capacidad para entender y aceptar los desaciertos en ambos sentidos. Así vemos, como se ha querido presentar a nuestros próceres más como personajes cuasi divinos, y algunos de nuestros hechos políticos por mas erróneos que hayan sido, presentarlos como referencias infalibles e incuestionables, lo que indefectiblemente deriva en la dificultad tanto de comprender algunos personajes y hechos históricos, como la posibilidad de cuestionar la actividad política nacional.

Dicho esto, no se pretende desarrollar una tesis alrededor de estos aspectos, solo se pretende enmarcar el porqué de las apreciaciones que se pudieran tener de los mismos, haciendo en esta oportunidad mención a un hecho político de nuestra historia contemporánea, que pudiera estar (juzgue usted) relacionado claramente con eventos actuales de nuestra política venezolana. 

Hace unos días algunos “partidos políticos” de Venezuela y otros nostálgicos recordaban el famoso “Pacto de Punto Fijo”, que fue a groso modo un acuerdo de gobernabilidad entre los tres principales partidos (Acción Democrática, Partido Socialcristiano COPEI, Unión Republicana Democrática) para establecer las “reglas claras” en el juego político partidista, y el entendimiento para garantizar el régimen democrático que estaba por instaurarse.

Si bien es cierto que esto representaba un avance en materia de estabilidad y convivencia democrática, no fue suficiente para entender que estos pactos deberían tener una duración y un objetivo claro en el tiempo, para que los participantes de dicha alianza posteriormente se convirtieran en este caso particular, en contrapesos sanos, que coadyuvasen de forma definitiva a dar nacimiento a una democracia real, no solo de forma, sino también de fondo.

Así fue como la democracia se convirtió en un monstruoso siamés pegado por la espalda, que terminó convirtiéndose en una dañina corporación política, donde los cambios de gobierno eran de carácter cosmético, y los beneficiarios de los privilegios políticos quedaban gravitando alrededor del aparato estatal hasta que llegara su turno nuevamente, siempre viendo hacia el lado contrario a la hora de hacer una oposición férrea que impulsara la rectificación en la implementación de las políticas públicas, y presentara una alternativa diferente al grupo gobernante.

Este comportamiento político llevo al colapso del sistema democrático venezolano, y la población frustrada optó por el voto castigo que nos condujo al desfiladero en materia de libertades, destruyendo todo el entramado institucional, y trastocando todos los aspectos de la vida nacional. Sin embargo, los últimos tiempos nos han demostrado que la corporación política sigue intacta, el fracaso del interinato, los lazos y compromisos cada vez más conocidos entre el régimen y los “factores democráticos” han dejado claro, que la corrupción, el negocio y los privilegios están por encima del interés nacional.

Dicho esto, parece increíble encontrar a estas alturas personas esperanzadas en continuar yendo a las urnas a votar por los mismos que pactan con sus verdugos una y otra vez, que apuestan por unas organizaciones políticas que carecen en lo absoluto de algún plan alternativo que se aplique a partir del momento que logremos salir de esta calamidad, y más desconcertante aún, grupos que piensan que el régimen está dando signos de entendimiento o de cambio y la campaña tristemente conocida de “Venezuela se arregló” que incluso llego a convencer a algunos de volver a su tierra con una supuesta apertura que nunca existió, pero que el efecto propagandístico disemino por el mundo. Ni siquiera pienso invertir un párrafo en los que creen que el régimen va por el camino correcto.

Por último, encontramos ese grupo gigantesco de personas que no se identifican con nada, y a que han decidido continuar con sus vidas a pesar de las dificultades, ese grupo entró en una peligrosa etapa de indiferencia que pudiera tener un efecto social extraordinariamente negativo ya que la apatía podría estimular un proceso de autoexclusión, con ausencia de referentes, que podría derivar en la perdida de nuestra identidad y pondría en riesgo la integridad de nuestra nación, espero equivocarme.

Un mal gobierno destruye la nación, Prov 11:14

 


 

Analista politico.

David Govea.

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