Lo ideal y lo posible

Todo ser humano tiene en su mente un escenario ideal para cada aspecto de la vida, una pareja ideal, unos hijos ideales, una vida ideal y un país ideal. La realidad, esa dura pero excelente maestra para quienes desean aprender de ella, se encarga de enseñarnos durante nuestros años de vida  que los escenarios perfectos que trazamos en nuestras mentes, rara vez se plasman en la realidad. La existencia del ideal no es mala, nos marca el norte hacia el cual debemos movernos por medio de acciones; pero se convierte en dañino si en lugar de inspirar, inhibe a la persona a tomar decisiones en espera de lo perfecto.

Llevándolo a lo cotidiano, la pareja perfecta que construimos en nuestros pensamientos, puede ser útil para fijar unos estándares a los que queremos llegar, evita que nos embarquemos en relaciones dañinas y sube nuestro nivel de exigencia a la hora de buscar el amor. Pero este estándar es contraproducente si no comprendemos que todo ser humano tiene limitaciones y defectos, y por lo tanto no es perfecto; en ese caso se dejarán pasar potenciales parejas con excelentes atributos, en la espera de un ser que no existe, el resultado será el opuesto al deseado, condenándonos a la soledad.

En política ocurre lo mismo, toda estrategia debe partir de fijar qué objetivos son posibles y cuales son imposibles. Esa imposibilidad puede ser absoluta (los objetivos planteados son contradictorios entre sí) o relativa (no se cuentan con los medios para lograr las metas). Proceder sin tener en cuenta las limitaciones, conducirá sin duda a realizar esfuerzos ineficaces, “nos lleva a manejar los graves y complejos problemas políticos de nuestra civilización con la beata inocencia de un niño” (Sartori, 1.979).

Un excelente ejemplo de falta de comprensión de estos temas, son las erráticas estrategias para acabar con la tiranía venezolana por parte de los distintos grupos que se le oponen. En Venezuela existen dos tesis opuestas sobre cómo lograr un objetivo común, lamentablemente ninguna es muy clara, sufren de errores graves de comunicación y no tienen en cuenta los principios para establecer estrategias plasmadas en la literatura de las ciencias políticas.

La primera tesis sostiene que se producirá o bien un “quiebre” o una “intervención militar extranjera”, en esos escenarios es lógico que cualquier concesión, negociación o trato con el chavismo sea contraproducente. Si solo es cuestión de tiempo para una “rendición incondicional” por parte de la tiranía, será fácil conseguir el escenario ideal para una inmensa mayoría de los venezolanos: que Maduro y  compañía salgan del poder hacia las cárceles inmediatamente, que se les confisquen los bienes mal habidos y entren a las arcas del Estado, se proscriba el PSUV, entre muchas otras cosas.

Ese escenario ideal, muy fácil de vender por ser tan deseable, en la práctica es imposible; lo es porque quienes lo promueven no cuentan con los medios (militares, policiales y de armamento, entre otros) para ejercer una coerción  que obligue al chavismo a abandonar el poder, “No basta con decir: quiero este fin. Habrá que determinar también si el fin puede obtenerse; y por lo tanto, la elección de los fines queda condicionada por la disponibilidad de los medios”  (Sartori, 1.979).

La otra vertiente de la misma tesis, es la que apela a una “intervención militar extranjera” como un evento próximo que solo se debe esperar; nuevamente ceder un milímetro frente al chavismo se convierte en traición, si es cuestión de tiempo para que salgan del poder. Es paradójico que muchos de los que defienden en materia económica que la riqueza solo se crea por medio del trabajo, iniciativa propia e innovación, en política crean en las soluciones mágicas y sin esfuerzo, donde un tercero resolverá el problema.

La otra tesis es la que sostiene que se deben participar  en todas las elecciones “para ganar espacios” hasta que finalmente, por medio de una elección presidencial, se logre conquistar el poder. Esas elecciones presidenciales serían logradas por medio de negociaciones con el gobierno, que se vería forzado a ello por la presión internacional. En este caso, se aprovecha el mayor activo con el que cuenta la oposición, una mayoría social que ha demostrado ser capaz de vencer en procesos electorales.

Los proponentes de este camino dejan de lado varias cosas: una victoria electoral en estas pésimas condiciones, solo se logra con la participación de todos los factores; ganar espacios vacíos de poder e influencia no es atractivo para los electores; no se puede negociar desde las mismas condiciones de genuflexión, sino desde una posición de fuerza que  se obtiene con presiones internas y externas, y con intermediarios no parcializados, en lugar de personajes como Zapatero… Otro problema es que no han explicado (tal vez porque no lo saben) es ¿de qué forma piensan lograr que el costo de realizar un fraude sea tan elevado que termine por fracturar la coalición dominante?

En general, la fracción de la oposición que promueve el voto no cuenta con una estrategia creíble para lograr que el voto sea un catalizador del cambio, y dan a entender que solo con la participación electoral se logrará despojar al chavismo del poder, lo cual evidentemente es falso. Al no contar con un plan creíble (o no comunicarlo) no despiertan más que desinterés en la población.

Es lamentable para los venezolanos que su caso sea un muy buen ejemplo sobre cómo una dirigencia que cuenta con el potencial respaldo de la mayoría de la población, se aleje cada vez más del éxito, bien sea por falta de una estrategia factible o por la insistencia de solo aceptar como solución un escenario ideal pero no posible.

 


 

Politólogo

Daniel José Carvallo

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