ESPAÑA A LA DERIVA

Lo primero que se nota después de salir del aeropuerto de Madrid Barajas es la grandeza de una ciudad que, pregonan sus habitantes, está cerca del paraíso. Y es cierto, aunque estuve poco tiempo en la capital de España, decidí recorrerla andando desde Atocha hasta la Estación Sur de Autobuses con la intención de sentir ese nuevo aire. Las hojas otoñales se deslizaban por el asfalto, guiadas por una brisa tenue… Esa sensación de desasosiego la sentimos, digo yo, los venezolanos cada vez que tenemos la oportunidad de escapar aunque sea efímeramente de Venezuela. Cerca de las 8 de la tarde, subí al bus con dirección Málaga, donde me esperaba mi tío y en el camino, sin poder dormir, me dije que la política era página pasada. Así estuve hasta que por azar, meses después, conocí a la señora R. quien a su vez, en su insistencia de ser escuchada por los políticos de su país, me presentó a dirigentes locales del Partido Popular (PP), de VOX y del PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Yo, para entonces, estaba lejos de comprender porque los españoles se quejaban tanto de su situación sociopolítica si el país funcionaba. Les decía a conocidos que en Venezuela la gente ganaba menos de 10E al mes como salario mínimo cuando todos los productos estaban a precios internacionalizados. Sin embargo ellos compadecían a los venezolanos y volvían a quejarse. Y claro, es que cuando se comparan con la estabilidad de países como Alemania, Francia o el Reino Unidos (que ya no forma parte de la Unión Europea) se sienten menos y tienen razón: los españoles se asumen como la cola de Europa.

 

ESPAÑA, PAÍS DE NACIONES

 

En España se practica el federalismo en su máxima expresión. Hay 17 comunidades autónomas que tienen sus propios reglamentos y características culturales distintas. Cataluña, País Vasco y Galicia son los principales ejemplos; en esas comunidades incluso la lengua, aunque hablen castellano, no es la misma. Y esos nacionalismos minoritarios son los que cada día se levantan para reclamar al gobierno central de España, con sede en el Palacio de la Moncloa en Madrid, porque están casados de ser los que sostienen, con su contribución económica e industrial, al resto de la nación. Pero ese tema es largo, se extiende y sus granos son harina de otro costal.

El punto es que España es un país de países con un sistema electoral que me gusta llamar “antitontos”. Es un sistema complejo, de segundo grado, donde se puede dar el caso que un partido regional como ERC (Esquerra Republicana de Cataluña) con 869.935 votos (3,61%) obtenga 13 escaños en el congreso y Ciudadanos con 1.637.540 votos (6,79%) alcance sólo 10 escaños. Es paradójico, sí. Hay desequilibrios a la vista, también. Sin embargo es un mecanismo, del que cada día entiendo menos aunque lo estudio más, pero que ha mantenido los extremos, de izquierda y derecha, fuera de la Moncloa. Y aunque tiene muchos defectos antiguos que parecieran ser una desaceleración democrática en pleno siglo XXI, me fascina. Es parecido al de los Estados Unidos de Norteamérica. Como ciudadano del mundo y amante de la democracia, valoro muchísimo a un político (o partido) capaz de aprender a ganar elecciones en un país donde una campaña paraguas sólo sirve sembrar un eslogan para los medios de comunicación; las estrategias de campaña de los partidos siempre está orientada de acuerdo a la idiosincrasia de cada Comunidad Autónoma. Incluso, los partidos nacionales, cuando están en Cataluña, por ejemplo, preparan su propagandística en catalán aunque den los discursos, cuando pueden, en castellano. Esto porque saben cuántos votos les vale un escaño y trabajan estratégicamente para distribuir la participación de sus simpatizantes.

 

TAUROMAQUIA

 

El PSOE (Partido Socialista Obrero Español) logró teñir de rojo el mapa político de España. Ganaron las elecciones europeas, las municipales y las generales de abril. El torero de esta tolda, Pedro Sánchez Castejón —Presidente en funciones desde la moción de censura a Mariano Rajoy—, junto a su equipo de confianza logró guiar un partido que José Luis Rodríguez Zapatero dejó en las ascuas. En su lucha por ser el abanderado de su tolda, cuando lo acusaban de ser sólo un político guapo y vacío, neutralizó el crecimiento de Pablo Iglesias con la propuesta comunista de PODEMOS y llevar al PSOE a ser un partido moderno, europeísta en ocasiones y victorioso. En un año han ganado cuatro elecciones. El 28 de abril, cerca de medianoche, Sánchez da declaraciones en la sede de su partido, rodeado de gente feliz, como él, que además le gritaban “con Ciudadanos no”. Con su galantería, vestido de rosa y con las mangas dobladas, le agradece a la población española por haberlo votado. Besaba, hablaba con fuerza, se vanagloriaba y cerró puertas a posibilidades de acuerdo que llevarían al país a lograr lo que él mismo proponía: Una España posible. Debo admitir que aunque Sánchez no es de mi agrado fue una campaña brillante, bien trabajadas, donde se mostraba a un candidato cercano, con defectos, que no le da tiempo de afeitarse todos los días, que es humano y tiene poros; sobre su cara las consignas decían: ¡Haz que pase! Sin embargo desencadenó muchos males: sacó su tela roja y la movió muchísimo —para empezar la corrida del toro— tanto agitó la tela bermeja, que el toro, contento porque había salido ileso de la primera emboscada, percibió cuánto daño quería hacerle el torero y, como dicen los españoles, fue a por él.

 

LOS PICADORES

 

Pablo Iglesias cada día está más solo e incoherente. Íñigo Errejón, su antiguo compañero de complicidades, se unió a Manuel Carmena, ex alcaldesa de Madrid, para formar una izquierda de centro e inestable que me recordó a Henri Falcón y Avanzada Progresista (en Venezuela). Iglesias inteligentemente logra reunir a la izquierda radical en un nuevo proyecto, UNIDAS PODEMOS, para lograr el objetivo, formar gobierno con Sánchez. Ellos, desde el inicio y con buen olfato, sabían que no podían ser en esa corrida de toros que eran las elecciones generales, más que los picadores.

Durante cinco meses estuvieron apuñalando al toro —VOX— y lo que hacían era mostrar debilidad. Ni el torero Pedro Sánchez Castejón fue responsable para formar gobierno cuando podía llegar a un acuerdo sin tantos compromisos ni UNIDAS PODEMOS se lo puso fácil. El PSOE, ante ese resurgimiento, quería gobernar solo.

Ante la inestabilidad que había ante el bloqueo político, los que votaron al PSOE veían como una opción considerable la alianza con Albert Rivera —presidente de Ciudadano, que se había convertido en la tercera fuerza—  que no se haría posible porque Rivera quería cumplir con su promesa electoral —no pactar con Sánchez— y el torero quería demostrarle a todos que podía gobernar solo.

 

EL TERCER TORO

 

Albert Rivera logró con una campaña simple, vendiendo unos valores centroderechistas, ser la tercera fuerza política de España. Otra vez volvía a acercarse a la Moncloa; había tocado la comisura de las nubes.

Con esos resultados, 57 escaños, Ciudadanos tenía que jugar un papel importantísimo para la historia. Incluso le pisó, en número de votos, los talones al Partido Popular (PP) de Pablo Casado.

Siempre coherente, volvía a repetir que no pactaría con Sánchez. Y es que precisamente eso le había prometido a sus votantes. Sin embargo la situación era otra, ya eran cuatro meses sin gobierno ni presupuestos y la gente veía en Rivera a un posible aliado de Sánchez que cerrara las puertas a una segunda elección. Albert Rivera se convirtió en el hombre que tenía la clave del bloque en sus manos y no supo qué hacer con ellas.

 

LA FURIA DEL TORO

 

El segundo ganador de esa noche fue Santiago Abascal —Presidente de VOX, partido de la extrema derecha española— que salió ileso de los ataques de Sánchez y sobrevivió aunque los otros toros —PP y Ciudadanos— se escondieron para salvarse.

La advertencia de Abascal giraba en torno a los temas más sensitivos de los españoles nacionalistas: la llegada constante, en patera, de africanos; los beneficios de los marroquíes en su país y los daños que puede hacer el Islam a la cultura española y el apoyo descarado de Pedro Sánchez, el torero, a los separatistas catalanes.

Celebraron su victoria y con una sonrisa misteriosa anunció que habían llegado para quedarse, que ya no eran una manada solitaria sino 25 voces a nivel nacional. Sin dudar, fue uno de los mejores comienzos para un partido que surgió de la nada y que logró quitarle votos al Partido Popular (PP) considerablemente.

 

EL TORO AGONIZANTE

 

A Pablo Casado —Presidente del Partido Popular (PP) — lo conocimos los venezolanos por un video donde exponía la situación venezolana en el congreso español y que Leopoldo López Gil, el padre de Leopoldo López, aplaudió en su momento. Este muchacho, fanático de José María Aznar, ascendió muy rápido dentro del partido. En el 2015 lo eligen portavoz del PP para las Elecciones Municipales y Autonómicas y, luego, sería Vicesecretario General de Comunicaciones del Gobierno de Mariano Rajoy.

Aunque Casado se licenció en Derecho, aunque no asistió a clases, tiene una locuacidad inusual y se volvió, gracias a su nuevo cargo, un experto en comunicar crisis y errores. Esa noche, ante los resultados, esperaban que bajara a conversar con los medios de comunicación. Aceptó que perdieron, sin embargo su discurso estuvo lejos de ser reflexivo y muchos lo vieron como el apocalipsis del histórico Partido Popular que Aznar y Rajoy ayudaron a levantar en su oportunidad. Fueron los grandes perdedores aunque es cierto que lo advertían: no se iban a rendir.

 

A LA DERIVA

 

El escritor uruguayo Horacio Quiroga escribió un cuento brillante, del cual me robo el nombre para titular este texto. Y lo traigo a colación porque en el relato, de una tensión invasora, un personaje va río abajo luchando por salvarse después de ser mordido por una serpiente venenosa. De allí el título. España fue mordida y agoniza desde entonces. Y claro que se siente. Los españoles están preocupados. Aunque siguen llenando las terrazas de los bares y siguen con el cachondeo y fueron a las ferias y la playa en verano, saben que el país está bloqueado políticamente. De repente ven en el telediario que se convocan nuevas elecciones. También que Barcelona arde en protestas. Telecino sigue con su programación farandulera y Jorge Javier acosando a las figuras públicas para el orgasmo colectivo de gran parte de la sociedad española. Pero está surgiendo el problema, los separatistas exigen, la corte juzga a los acusados que se quedaron valientemente cuando Carles Puigdemont huyó. Los partidos están desorientados y comienza la campaña electoral más corta de la historia española.

Llega el día de las elecciones. Aquí los bares siguen trabajando y no hay una misión especial del ejército para cuidar los comicios, lo es necesario. Desde la casa uno, el que no puede votar pero tiene amigos que sí porque ya lleva más de un año en Málaga, pone La Sexta, un canal de televisión demasiado izquierdista para mi gusto, pero el único que prepara un especial para el seguimiento en vivo y en directo de las elecciones y los acontecimientos políticos del país.

Sobre las nueves comienzas a llegar los resultados y aparecen en la pantalla. Las encuestas acertaron otra vez. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de la mano de Pedro Sánchez sigue de primero y lo que se esperaba: el PP de Pablo Casado sube 22 escaños y, aunque no alcanza los 100 que había prometido Casado, se consolidan como la segunda fuerza política del país y vuelven a decir: estamos aquí. Por otro lado, Ciudadanos de Albert Rivera se hunde: pierde 47 escaños y pasan a ser la sexta fuerza y Unidas Podemos, de Pablo Iglesias, aún perdiendo 7 escaños sigue en el cuarto puesto. ¿Y el toro furioso? Bueno, fue el ganador otra vez. Ahora son la tercera fuerza sumando 28 escaños y sobrepasando la barrera de los 50. ¿En seis meses? Sí. En ese corto periodo de tiempo el toro no sólo salió ileso sino que se queda con una parte importante de la arena.

Fui con un amigo español al mitin de que daría Santiago Abascal en el Palacio de Congresos de Málaga. Diferente a la vez pasada, la cola era inmensa. Cada vez que le he preguntado a mi amigo por qué apoya a VOX me dice que ellos lo han entendido y le dicen lo que quiere escuchar. Abascal y su equipo dejaron a un lado el tema de la inmigración y se aprovecharon de la situación en Cataluña y atacaron directamente a Pedro Sánchez hasta herirlo de gravedad. Por otro lado, yo estuve allí y sentí la euforia de muchos jóvenes —aunque los medios españoles lo nieguen— que cantaban QUE VIVA ESPAÑA y aplaudían cuando su líder, Santi Abascal, les contaba la vida de un español de clase media que pocas veces logra llegar a final de mes porque no le alcanza el sueldo o cómo ve cuando unos “okupas” se meten a las viviendas que tanto trabajo, sudor y sangre les ha costado y se instalan y no los pueden sacar y los entendí. Desarmé ahí mismo a Abascal, su discurso populista no fue suficiente para convencer a un venezolano que nació escuchando las falacias de Hugo Rafael Chávez Frías durante horas y que no sucumbió a sus encantos.

Y amaneció en España. Ya el sol no sale tan fuerte por el Mediterráneo porque estamos en otoño y cada día el frío es más fuerte. España sigue siendo ese hombre del cuento de Horacio Quiroga y está a la deriva. La gobernabilidad es inexistente porque los números no le dan a ningún bloque, ni de izquierda ni de derecha, no he salido de casa todavía viendo cómo los separatistas catalanes a primera hora de la mañana cierran la vía —carretera— comercial más importante entre Francia y España. Albert Rivera, quizás el político más honesto que he seguido admite su fracaso y con conmovedor discurso dimite y anuncia su retirada de la política; Inés Arrimadas está allí, claro que con 10 escaños en el congreso se pueden mover las placas tectónicas de la política. ¿Pactarán las izquierdas y contarán con el apoyo del Ciudadanos de Inés Arrimadas para formar un gobierno de centroizquierda o se producirá el inédito escenario, pero responsable, que los dos partidos más importantes de España —PSOE y PP— guardando sus diferencias ideológicas lleguen a un acuerdo para sacar al país de esa balsa improvisada que va río abajo, con un país mordido por la serpiente venenosa?

 


 

Escritor

Alfonso Matheus

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