Crisis Política Y COVID-19.

La amenaza del virus COVID-19 ha condicionado en su totalidad la agenda de los gobiernos del mundo. Todo gira en función de contener la cadena de contagio y en medidas que sirvan de base para las acciones post-pandemia en relación a la reactivación de la economía. Algunos gobiernos democráticos han dado respuestas oportunas, otros gobiernos han demostrado/profundizado su naturaleza autoritaria o populista teniendo como excusa la amenaza letal del virus. Venezuela no es una excepción, solo que, por las características de la dinámica interna, se hace difícil de entender a qué obedecen las acciones y declaraciones de los actores políticos relevantes de cara a la coyuntura. Para esto es importante tener en cuenta que la dinámica del ejercicio del poder en Venezuela obedece principalmente a dos narrativas en choque: 1) Maduro es el presidente legítimo y la AN está en desacato. 2) Maduro es un usurpador y el presidente de Venezuela es J. Guaidó bajo aprobación del Parlamento. Visto así, ambas narrativas coinciden en que hay una institución fuera del carril constitucional y que el presidente es UNO desconocimiento al OTRO – noción de “Amigo-Enemigo”-.

Pero,  ¿Cómo llegamos a tal punto de que existan “dos jefes de Estados”?

La Asamblea Nacional de mayoría opositora, generó la narrativa del Gobierno (E) presidido por el diputado Juan Guaidó y respaldado por países democráticos, logrando el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente. En respuesta, Maduro y las instituciones que controla no validaron tal hecho argumentando que ellos son los legítimos y legales mandatarios y que la AN está en desacato, reforzando tal narrativa mediante la expresión misma del poder en el terreno interno.

No obstante, el poder no se reduce a lo fáctico, pues hay más elementos que condicionan y constriñen su ejercicio, eso hace que, pese a que haya dominio fáctico del poder del Chavismo, dicha cúpula no logre obtener préstamos de Organizaciones Internacionales en pleno contexto de la crisis del COVID-19 ya que no es reconocido, reduciendo el compás de maniobra casi meramente al dominio del Estado. Lo mismo sucede con la Asamblea Nacional, al no contar con la cualidad fáctica de poder, tampoco pueden tomar medidas como materializar por sí misma la entrada de asistencia humanitaria y otras acciones de gobierno –lo que hace que el reconocimiento sin capacidad de producir resultados sea insuficiente-. En esto se ha desenvuelto la dinámica política nacional, en dos narrativas excluyentes entre sí que podríamos denominar como: desconocimiento con efecto de estancamiento y desgaste mutuo.

Teniendo eso en cuenta, se aprecia que el Chavismo intenta utilizar la amenaza del virus para seguir debilitando a la oposición. Acepta ayuda de países afines a su narrativa, aumenta la coerción,  promueve un Diálogo Nacional “para hacer frente a la situación” con la intención verdadera de buscar reconocimiento hacia su cúpula bajo el argumento de la emergencia sanitaria y ataca al país que da fuerza relevante a la narrativa de la oposición (EE.UU.). Asimismo, busca demostrar que ellos son el verdadero gobierno ya que pueden administrar los recursos del Estado y pueden dar respuestas a los ciudadanos que, por muy insuficientes que puedan ser, es “mejor” a la incapacidad de la Asamblea Nacional y el Gobierno (E) de producir resultados.

Esta apariencia de control sobre la coyuntura podría quebrarse con la extensión de la cuarentena, ya que podría evidenciar en un mediano plazo la incapacidad de la gestión de Maduro de mantener a los ciudadanos en casa con las necesidades cubiertas en su mayoría. Ya que no hay capacidad alguna de que la mayoría de los ciudadanos puedan tener los insumos necesarios para un período de más de 15 días, si no es por el trabajo que realizan a diario.

Asimismo, podría generar, en apariencia, una bomba de tiempo cuyo resultado es incierto. Aunque dicha posibilidad -hasta ahora mínima- podría ser diluida si no hay margen de capitalización por parte de la dirigencia opositora en cuanto a la articulación de las demandas sociales. Asimismo, crea la posibilidad de que se ocurra alguna perturbación social motivada al malestar que está generando la crisis y la dinámica de su tratamiento (Excesos de algunos funcionarios en medidas preventivas, fallas de servicios, falta de combustible paralización de actividades económicas y posible desabastecimiento).

Hasta ahora es incierto, pues no es seguro que esto provoque un cambio político, tampoco que esto sea un suceso catalizador que desemboque en un estallido social. Es cuestión de tiempo para saber qué puede suceder. Lo que sí es cierto es que la permanencia de esta dinámica no ayudará a dar respuestas oportunas de cara a la amenaza del COVID-19 a los ciudadanos. Por el momento, estamos siendo testigos de la implementación del “HARD POWER” en la dinámica política.

 


 

Politólogo/UCV

Gabriel Flores

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