COVID-19 Pandemia Vs. Dictadura letal.

Expresar sentimientos, frustraciones, preocupaciones, etc,  en este momento histórico de la humanidad, donde lo idóneo y sensato sería escribir sobre el aprendizaje a través del dolor como un camino, o una opción, para de alguna manera rescatar lo positivo en medio de esta tragedia global, mi admiración y mi respeto para quienes lo hacen y no tengo la menor duda que también son millones que oran al unísono pidiendo perdón, misericordia, un milagro, una respuesta y aquí comienza mi inquietud, porque no sé si en el futuro existirán circunstancias a nivel mundial , donde no importe la religión, la edad, la raza, el nivel social o político,  la nacionalidad, el nivel económico y un gran etcétera, porque todos miramos, oímos y vemos en una misma dirección .

Yo como persona de fe creo firmemente que detrás de todo esto hay un propósito que va más allá de todo entendimiento humano, porque como simples mortales estamos muy lejos de entender la sabiduría divina; pero creo firmemente que somos nosotros con nuestras capacidades o limitaciones mentales y el tan nombrado libre albedrío, los que estamos en la obligación individual de orar,  hablar, accionar u observar sin tener en cuenta un orden para lo antes dicho; ya que pidiendo perdón por mi sarcasmo, el CV-19 me hace ser menos catedrática y más coloquial en un tema donde desde la ciencia de las matemáticas, la ecuación no está fácil de despejar.

Todo este preámbulo es para compartir un pensamiento de una manera que no suene ofensivo, grotesco, que no suene a resentimiento, que no dé lugar a juzgar, que no deje espacio para malas interpretaciones ya que las redes sociales dan para todo; sin embargo como venezolana en un exilio obligatorio, me siento con la responsabilidad de comunicar a quien llegue estas líneas y no sea venezolano, a quien todavía no ha podido entender o sentir el drama y la tragedia que desde hace muchísimos años, millones de personas lloran, hablan y gritan al viento su dolor, sintiendo y viviendo con mucha frustración, como nos hemos convertido ante el mundo y perdonen la comparación en una recreación de la obra más famosa de Víctor Hugo ¨Los miserables, o  del escritor Italiano Primo Levi de origen judío sefardí, autor de memorias, relatos, poemas y novelas, quien fue un resistente antifascista y superviviente del Holocausto.

 

En este orden de ideas podría enumerar otros más, pero estoy segura que ya muchos estarán pensando que perdí la razón y que la dimensión de la comparación es grotesca. No obstante, permítanme tratar de explicar que en Venezuela no hizo falta el COV-19 para llorar a nuestros muertos desde la distancia; desde hace largo tiempo nos damos abrazos, besos y dedicamos canciones por un teléfono, vemos con impotencia como mueren niños inocentes, ancianos y miles por desnutrición o falta de un medicamento, las calles de nuestro país siguen siendo bañadas con la  sangre de jóvenes estudiantes líderes en potencia, que dieron y siguen dando su vida con la convicción clara de defender la libertad de nuestro país; las cárceles están llenas de idealistas de héroes anónimos y me pregunto, qué sentirán ellos tras las rejas de una prisión cuando ven que el régimen le da la libertad al asesino ,al delincuente a la escoria de nuestra sociedad que es la que más se parece a ellos.

Los sueños de profesionales, empresarios, escritores de buenos editoriales se vieron truncados por una pandemia que se hace llamar la revolución del siglo XXl, y permítanme dirigirme muy especialmente a los que por ignorancia u osadía quieren emitir su opinión y más aún se toman el atrevimiento de preguntarnos, ¿por qué ustedes permitieron que pasara esto?, yo respiro profundo y me digo a mi misma, señor perdónalos, no saben lo que dicen.

Yo tengo la ingenua sensación que después que pase esta nefasta tragedia a la cual no le consigo un adjetivo calificativo para llamarla, porque el dolor, la tristeza, la impotencia, la cicatriz imborrable que esta pandemia dejara en nuestra historia como habitantes de este planeta, tal vez nos lleve a reflexionar y al accionar  sobre los virus llamados Dictaduras que solo creemos que afecta a países aislados; son incontables las frases que estamos cansados de escuchar en cualquier país del mundo, pobrecitos los venezolanos, así es la vida, les toco, algún día saldrán de esto; y el tiempo que es inconmensurable nos está pasando una factura que ningún ser humano debería pagar, nos hemos vuelto solo un referente como ejemplo de lo cruel que puede ser una dictadura, una noticia que sube el rating de un programa en su momento.

Quiero decirle al mundo que sí hay personas que pueden de verdad sentir desde lo más profundo de su corazón lo que esto involucra, lo que significa para el mundo la pandemia del COV-19, esa persona es un Venezolano y lo puede expresar como  economista, médico, ingeniero, catedrático, artista, periodista, empleado, obrero, madre, padre, hijo, hermano, o amigo; cualquiera en su verbo desde las ciencias, cualquiera desde su profesión, cualquier venezolano desde el silencio de su dolor puede entender el alcance de la pandemia, este punto negro en el tiempo que es infinito.

Me quedo con ese sabor amargo de entender la realidad, saber que en nuestras sociedades se unen la fuerza del dinero, el poder de la estupidez política, la ignorancia o esperanza de un pueblo, las mafias terroristas, los capos de las drogas, las potencias mundiales queriendo solo sacar provecho, las naciones del mundo como simple espectadores o haciendo interminables debates que se quedan solo en noticias virales, los máximos organismos mundiales con su burocracia y desde la comodidad que su  status quo les da, un confort que para ellos el tiempo, la premura no es algo que les quitará el sueño; todo esto tal vez se resumiría en la lucha del poder por el poder; y para nosotros lo de a pie, los que como simples mortales solo nos quedara el intento de transcender dentro de nosotros mismos.

En lo personal creo que no será lo mejor desde el punto de vista espiritual que pude haber escrito un  viernes santo; sin embargo, desde la profunda creencia que si hay un Dios a quien no se le escapa nada y que su premisa es amar al prójimo; entonces tal vez la idea es encontrar a Dios, no en una determinada religión , en un templo o mezquita de oración, encontrarlo dentro de cada uno de nosotros buscando ese lado humano, ese gesto de amor; enseñándonos una vez más que al final de nuestras vidas nos iremos desnudos y nos recuerda que en la muerte es en lo único que nos igualo, como un recordatorio para los que hemos perdido el rumbo y dejamos que en algún momento el resplandor del fanatismo político, religioso, económico, de liderazgo acompañado de la miseria humana  que puede ser traducida en los que se creen que están en la cima de la pirámide y no van nunca a caer.

Tal vez y solo tal vez me queda la esperanza que muchos sean los que entiendan que hay un antes y un después, que entendamos que la vida de cada ser humano cuenta y es importante e irremplazable por insignificante que parezca ante un mundo súper poblado; deseo que el silencio que produjo el ruido de este virus nos haga voltear la mirada hacia los lados y entendamos que somos muy volubles y que las cadenas de la indiferencia son el lastre de la sociedad.

Se despide una venezolana que humildemente quiso dejar plasmada una explosión de ideas que creo es el sentir de muchos que no tienen voz;  para mis compatriotas deseo con todo mi corazón, que no pierdan la fe, que lo mejor está por venir.

 


 

 

Lcda.

Esperanza Pineda Rico.

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