Ayer «colgué» en los grupos políticos mi visión política de cómo se formaría el gobierno de reemplazo del régimen, la denominé «la iniciativa ciudadana y la inédita formación de gobierno»: ahí están los hechos. Ahora bien ¿Qué derrotero lleva este proceso? Habrá un proceso escalado de rebelión cívico-militar que obligará a Maduro y su régimen a replantearse los escenarios de sostenibilidad, para mantenerse en el poder con o sin «legitimidad democrática». ¿Por qué lo pienso? Advierto primeramente que no tengo ningún sesgo emocional de aplicársela a Maduro y/o arrimándosela a Guaidó. Veamos:
1) Hoy quedó demostrado que los venezolanos quieren que Maduro se vaya. Realmente el gobierno ha perdido toda gobernabilidad democrática; e incluso «su» gobernabilidad autoritaria puesto que sectores y bases de adeptos también protestan y rechazan las políticas de Maduro: es decir, la gente no le da casi ningún, o ningún, crédito o asentimiento favorable a Maduro. Pregunto ¿Se puede gobernar en contra de todo el país y en oposición a la comunidad internacional, prevalido o sólo con el poder militar?
2) Con estas condiciones que rodean, literalmente, a Maduro y que abundan en beneficio de Guaidó, la dirección de la potencia de logro real de objetivos de uno y otro (la ventaja comparativa) es de Guaidó. Y no me refiero a «el que pega primero pega dos veces» sino a que lo que se sabía, y lo sabía el régimen, ha tenido un impacto mayor que el esperado tal vez gracias al ambiente nacional dentro del cual jura Guaidó la presidencia provisional: la trepidación, la onda de vibración, es mayor y alcanza el mayor espacio entre quienes vacilaban o dudaban de la posibilidad de semejante iniciativa.
3) Si Guaidó llama al alto mando a reunión posiblemente la cúpula castrense no irá, pero alguien ira: otros generales, coroneles, mayores: se decantantará el proceso militar. Lo viejo y desgastado del gobierno usurpador será un peso muerto ante la realidad que los mismos militares pueden crear en su beneficio: el cambio de gobierno es cambio de poder en la jerarquía castrense. Si algo funcionó eficazmente para el 18 de octubre de 1945 fue la promoción de «militares jovenes»: hoy hay, además de esta razón, hay otras buenas razones que separan, e igual hay otros argumentos que unen.
4) Quien está en cuestionamiento y duda es Maduro no Guaidó. Al diputado guaireño lo califica que no tiene pasado; es una ventaja competitiva insuperable por Maduro. Guaidó ya lo retó -con 3,5 o 4 millones de ciudadanos activos en la calle y tal vez el triple pasivos en sus casas- y ganó el «round» de hoy.
CONCLUSIONES: – Mañana se puede descalabrar el régimen si la calle -dominada por la oposición al régimen- es reprimida. – Si Maduro no voltea la arepa mañana está raspao ¿Puede hacerlo? ¿Resistirá la presión interna de un Guaidó «mandando»? ¿Resistirá la presión externa? Y lo más relevante ¿»Quemarán las naves» los militares venezolanos por un régimen en tan descalabradas condiciones? ¿En qué momento se pondrá en la mesa castrense el tema moral sobre la defensa del régimen y la «causa justa»? – El liderazgo castrense (no me atrevo a determinar el nivel y modo) valorará el costo de la confrontación, bien interna o externa, frente al costo de la salida de Maduro y la instalación de un nuevo gobierno con valores, programa y métodos muy distintos al saliente. El argumento muy valido es evitar el derramamiento de sangre (el beneficio de Maduro y el régimen usurpador es «participar» en el proceso transicional) y hay otros con peso específico considerable que empujaría a ese liderazgo a tomar una decisión, orientada a la salida de Maduro. El mayor: la confrontación armada. Finalmente quiero respetuosamente señalar que «vacilar es perdernos», tomando la frase del Libertador pronunciada el 4 de Julio de 1811 en la Sociedad Patriótica, ante la duda de independizarnos. ¡Saludos!
Dr. Justo Mendoza
Doctor en Estudios Políticos (ULA-Venezuela)
